____ ____ ____ ____ ____ Oliver Laufer: June 2006

Thursday, June 08, 2006

Lección de Capitalismo para venezolanos

Cuando en la mañana, tarde y noche nos encontramos cara a cara con los cientos de conductores de autobús en la calle, dando leña al tráfico de la ciudad, damos nosotros también, aunque muy ignorantes de ello, con la más pura esencia del capitalismo liberal. Al conductor del “carrito por puesto” no lo mueve una fuerza de coacción gubernamental, ni tampoco la justiciera intención del Estado protector. Al conductor del carrito lo mueve su voluntad personal de crear riquezas; el conductor no está ahí prestando un servicio con maquiavélicos intereses ocultos, sino que lo hace llanamente por su propio interés.

El conductor, antes de serlo, ahorra el capital necesario para comprar su autobús. Logrado su primer objetivo se asigna una rutina factible y fija unos precios por los servicios que prestará. El conductor del carrito, que es un empresario, probablemente no lo sepa, pero la ganancia recibida y el precio que él mismo asigna, dependen naturalmente de la demanda que hay sobre su servicio y la oferta del mismo que lanzan él y sus competidores en el mercado.

De ser mayor o menor la demanda u oferta de su medio de transporte, subirán o bajarán los precios por el servicio prestado.

Pero sin limitarnos a la oferta de ese servicio en el mercado, el conductor de autobús en Venezuela es un empresario cuyo capital pertenece íntegramente al sector privado de la economía. El Estado no decide qué ruta debe seguir, ni qué autobús debe utilizar, ni su color, marca y modelo; y no es el Estado quien asigna los precios del servicio realizado, sino la oferta y la demanda. El conductor, quien probablemente apenas sea bachiller o ni siquiera eso, es quien toma todas estas importantes decisiones. Cuando el Estado coacciona el mercado del transporte –por ejemplo con los subsidios de Fontur a algunos autobuses- antepone privilegios, virtualiza la balanza de precios y propicia la incompetencia.

Las funciones del gobierno, a diferencia de lo que ocurre hoy en nuestro país, serían las realmente necesarias. Por ejemplo, una función natural del gobierno sería asfaltar los cientos de huecos que tiene la carretera por la que circula el conductor en su autobús, o invertir en seguridad y justicia, para que ese autobusero y sus clientes no teman al atracador, al antisocial o al pandillero.

Aunque hay conductores del carrito por puesto que, como se sabe, reciben subsidios gubernamentales, hay otra gran mayoría –o una totalidad- de ellos que evade el pago del impuesto al trabajo. La evasión fiscal genera mayores ganancias al conductor. En Venezuela, al trabajador el gobierno le quita en muchas oportunidades incluso más del 30 por cien de su salario mensual para su posterior “seguridad social”. Los impuestos son progresivos y por ello, paga más quien más gana. Entonces, cuando el trabajador logra vender más bienes en un mes determinado, el Estado asume la responsabilidad de administrar una mayor parte porcentual de su dinero.

El autobusero evade este trato obligatorio con el Estado y, por tanto, puede administrar su dinero de la forma que desee: adquiriendo bienes y servicios, ahorrando o distribuyéndolo entre sus familiares y seres queridos.

Pero antes de pedir ayuda al Estado, muchos conductores del carrito por puesto prefieren encontrar sus ganancias adicionales en otras empresas de capital privado, potenciando con una piedra a cuestas, el motor de la economía nacional. Muchas empresas de publicidad recurren, pues, a los conductores de carrito por puesto para utilizar los bienes de éstos como medio de difusión de la publicidad de las primeras, lo que además beneficia a terceras empresas. Eso es, en esencia, el capitalismo liberal.

Los miles de participantes en esta operación, en este sistema, desde quien fabricó el caucho que utilizan los neumáticos del autobús, hasta el que diseñó el programa informático del publicista, no tienen probablemente ninguna relación entre sí: nunca se conocerán, no hablan el mismo idioma y no predican la misma religión; pero a todos, por encima de cualquier fuerza estatal, los mueve el interés de crear riquezas para mejorar su modo de vida y el de sus seres queridos. Y todos participan en el sistema porque todos obtienen algún beneficio de él.

Así que, cuando dé usted en la calle con el conductor de autobús, contaminador, terco y lento en la carretera, antes de quejarse, recuerde que, en parte, ese hombre es un eslabón más del motor económico de nuestra Nación: y nuestra Nación, a pesar de todo, es algo hermoso, sumamente hermoso; así que tratémosla bien. Y hagamos lo mismo con el buen hombre, que se lo merece. Como todos.